En aquellos
días a finales de 1956 cuando aún el cine era considerado un espectáculo masivo
y las salas de cines eran teatros enormes donde se proyectaba la ilusión de la
vida y del movimiento, los espectadores de esas grandes salas añoraban y
vivenciaban esa ilusión de una realidad representada y se podía hablar de ir
más allá de un visionado general de una historia, se podía hablar de una
comunión donde existía aquello llamado fascinación.
Es ahí donde
la memoria se instaura como generadora de imágenes indelebles que con el paso
del tiempo las sentimos tan apropiadas que pareciera como si nosotros mismos
las hubiésemos vivido, es ahí donde la obra maestra de Guiseppe Tornatore se
erige como un monumento vivencial de ese recuerdo y sobre todo sirve de
obituario a ese recinto cinematográfico que ahora debido a los multiplexes y
cadenas exhibidoras se ha alejado cada vez más de lo que era en su órigen.
Cinema
Paradiso es el segundo trabajo de Tornatore como director y que pretende
escudriñar en esa memoria colectiva y precisa de los sentimientos puros del ser
humano. Aquí tenemos la idea de poder vivenciar a través de las imágenes
proyectadas el recuerdo del primer amor, de la primera decepción, de la amistad
incondicional, el engaño, el reto y la madurez, vista como si fuese una
historia metida en una película en blanco y negro, atrapada por la ventana del
alma y musicalizada por Ennio Monricone cuyos acordes nos llevan de la Italia Neorrealista
de De Sica a la surrealista de Fellini, pasando por esas imágenes indelebles
que nos hicieron suspirar, horrorizarnos y hasta llorar en ese pasado ilusorio
que solamente pudo ocurrir en la gran pantalla. Con la estilización dela
fotografía creada por Blasco Guirato, cada encuadre y movimiento de la película
se coloca como un fragmento vivencial y nos posiciona en ese momento mágico
donde vimos nuestra primer imagen representada en la pantalla y como después de
ser fascinados por ella nos la llevamos a casa y la transformamos en parte de
nuestra personalidad.
La cinta
tuvo muchas modificaciones durante el trayecto a la gran pantalla y aunque su
re estreno en salas obedece a su 25 aniversario y no han podido lograr
proyectar la versión íntegra del director cuya duración supera los 177 min, el
volver a vivir la historia de TOTO (Salvatore cascio/marco leonardi) y de
Alfredo (Phillipe Noiret) es una experiencia que vale la pena vivir. Una
recomendación para ver por tiempo limitado en las salas de los modernos
multiplexes con sonido y proyección digital, aunque lejos de la nostalgia al
menos nos devuelve un aire fresco después de tener las salas atiborradas de
productos basura y producciones que nada proponen al espectador. @castillomaldito
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